Tres Maneras de Morir

Por Felipe Basso

El ocio y la reflexión me han llevado a convencerme de que hay más de una manera de morir, otras formas, más allá de la muerte como la conocemos, cuando el corazón deja de latir, nuestro cuerpo comienza a desaparecer y nos entregamos de lleno a nuestras creencias.

Existen otras dos maneras posibles de morir, una relacionada con la vida y otra con la existencia.

La primera se refiere a los espacios en los que dejamos de vivir nuestra propia vida para trasladarnos a un estado distinto de conciencia. Un caso específico es el sueño, y no quiero con esto decir que me opongo al descanso físico y mental, sino solamente que durante estos espacios, aunque no morimos, dejamos de vivir lo que somos en carne y hueso y experimentamos otra vida que, de alguna forma, se complementa con nuestros anhelos, miedos y alegrías de la vida real, pero se manifiesta de una forma totalmente distinta. Aquí caen también todo tipo de evasiones causadas por ciertos tipos de drogas que producen estados similares. ¿De qué sirve entonces estar vivo si no es nuestra propia vida la que experimentamos? Bajo estas circunstancias es donde la frase “la droga mata” me hace mayor sentido.

La segunda, y tal vez la más lamentable de todas, ya que tanto el sueño como la muerte física no las podemos evitar, es la que no depende de nosotros mismos, el olvido.

Esta es la que tiene que ver con nuestra existencia, ya sea mientras caminamos por esta tierra o descansamos bajo ella.

El hombre existe porque tenemos conciencia de esto, como animal especial no solamente rondamos para preservar la especie, sino también para convivir en sociedad. Adán no hubiera sido nada sin Eva, no solamente porque sin ella no hubiera podido procrear, sino porque él significaba algo para ella, y ella para él, de no haber estado ahí, al morir sólo Dios hubiera conocido su existencia.

Así como el tiempo solo existe si lo relacionamos con nuestra existencia, los hombres también existimos en la medida que somos relacionados con la existencia de otros. La gente, ya sea por la distancia o por la muerte, sigue viviendo en nuestra memoria, y conviven con nosotros en nuestros recuerdos, hasta que, lamentablemente, son olvidados.

Quizás no toda la gente que conocemos haya sido llamada a realizar grandes obras y pasar a los libros de historia para ser recordados por individuos que nunca conocieron, pero sí, por alguna coincidencia, fueron llamados a existir, convivir, y permanecer con nosotros.

Tratemos de mantenernos vivos.