Ruta100

Cada paso que damos nos da la alternativa de cien caminos

Las Cartas Sobre La Mesa

Ahí estaba yo feliz con mi servilleta, feliz imaginándome todo lo que venía por delante junto a ella, feliz de…¿de qué? No había nada más que una dirección de mail en un papel, esto no era una garantía de nada, solo de la ilusión. Lo que tenía era simplemente la entrada y las fichas para el gran torneo. Si bien es cierto que me las habían regalado, lo cual no deja de ser un punto a favor, no existía la opción de cambiarlas por algún premio menor y salir del juego. No señor, las reglas obligan a jugar hasta perderlo todo o ganar, o, simplemente abandonar antes de la primera mano, que ciertamente no estaba entre mis opciones.

Al analizar mi nueva situación pasé vertiginosamente de la extrema felicidad a un estado de desorientada preocupación. ¿Qué hacía yo ahora con esto? En mi vida había estado en alguna situación parecida. En general uno tiene primero algún grado de acercamiento con una mujer que uno encuentra atractiva, una conversación por lo menos, o por el contrario luego un acercamiento es que una mujer se convierte en atractiva para uno, pero en ambas situaciones uno ya tiene algo, por lo menos una sinopsis, para poder seguir adelante con la supuesta relación.

Así que ahí estaba, con mi papelito, sin más referencia que unos ojos transparentes que albergaban esa luz que ya había olvidado que existía. Sin nada a qué recurrir.

Las probabilidades de meter la pata estaban casi todas conmigo, lo único cierto es que tenía que escribir un mail ¿pero cómo?¿que voy a decir? Mi experiencia como escritor de cartas se remontaba a las que mi madre nos hacía escribir a mis abuelos…”hola abuelita, estoy muy bien, espero que tu también….”. Si escribía algo como eso seguro que rebotaba por si solo.

El juego comenzaba, yo estaba adentro, la primera ronda de cartas ya estaba sobre la mesa y yo tenía que apostar. Siempre hay que arriesgar algo si se pretende ganar otra cosa más valiosa, el asunto era cuanto. Aplicando el sistema conservador, si apuesto de a poco puedo jugar mucho rato, pero el juego se pone tedioso, aburrido, sin emoción, y finalmente retirarse ni siquiera es un sufrimiento. Si, por el contrario, me apresuro, y apuesto de a grandes cantidades, corro el riesgo de perder antes de tiempo, tal vez por mi misma inexperiencia, meter la pata y ser expulsado del juego. Pero ya era hora no podía dejar pasar mucho tiempo antes de escribir, había que buscar un equilibrio.

Me senté frente a mi computador y a la página en blanco. Luego de más de una hora lo único que figuraba en la pantalla era “Natalia, “.

Ni siquiera fui de los que escriben y borran incontadas veces, no, era de los de la mente en blanco, de los pasmados.

Finalmente algo logró salir, y fue lo único que pude escribir, porque ninguna otra actitud que no fuera yo mismo pudo aflorar. ¿y qué esperaba yo de mí?¿algo distinto a quien soy?....imposible, en el fondo sigo siendo un niño que escribe cartas de navidad…Continuará

“Natalia,

Hola, soy Alonso, el tipo que estaba sentado frente a ti en el Starbucks.

Gracias por darme tu mail, espero que estés muy bien y que me escribas de vuelta.

Saludos,

Alonso”

style="color:#0066CC; font-weight: bold;